El Reino de Dios

El Reino de Dios
Por: Rafael Monroy
Descargar
L

a convicción que los cristianos tienen en relación al Reino de Dios es de suma importancia. Aunque existen diferentes posiciones respecto al concepto mismo, debe destacarse que la mayoría considera que el Reino representa la autoridad de Dios en la colectividad de los cristianos de las diferentes denominaciones.

Según la Biblia, el Reino de Dios es el gobierno divino que Jesús anunció y cuyo cumplimiento final esperan los creyentes. Los cristianos creen que, al aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador, se convierten automáticamente en ciudadanos del Reino de Dios. Aunque viven en el mundo, su lealtad principal está en el Reino celestial, según Filipenses 3:20: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo».

Cuando Pablo decía que tenemos una ciudadanía en los cielos, está confirmando lo que se menciona en 1 Pedro 2:9: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable». Cuando Pedro escribió dicha epístola en el año 60 d.C., no estaba diciendo a sus lectores que ya eran una nación, o que eran descendientes de Dios, tampoco que eran sacerdotes reales en ese momento en el tiempo.

Los cristianos, lejos de ser un grupo privilegiado por ser parte del Reino de Dios, eran prófugos de la justicia por predicar de Jesús. Aunque ellos trataron de vivir en comunión con la sociedad, ayudando a su prójimo, cuidando de los pobres, de las viudas y de los huérfanos, es decir, que a pesar de su altruismo y bondad, fueron el inicio de una persecución que se prolongó por 300 años.

Por cierto, si quieres saber cómo inició la persecución de los cristianos, escucha nuestro estudio titulado de la misma manera.

Pertenecer a una nación o ser parte de tal nación no significa que estás viviendo en ella. Por ejemplo, si usted nació en un país, digamos México, usted es un ciudadano mexicano, pero por las circunstancias de la vida, usted emigra a otro país, como Estados Unidos. Usted sigue siendo mexicano, aunque su pasaporte estadounidense diga que es americano. De la misma manera, nosotros podemos decir que somos parte del Reino de Dios cuando somos bautizados por el Espíritu Santo. «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria» Efesios 1:13-14. La única garantía que tenemos de que somos parte de ese Reino, aunque no vivamos en él, es que hayamos sido sellados por el Espíritu de Dios.

En una ocasión, los fariseos le preguntaron a Jesús cuándo vendría el Reino de Dios. Su respuesta fue confusa, de hecho, creo que ese fue el propósito. Lucas 17:20-21 dice: «Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros».

Jesús les dijo que ellos no iban a saber cuándo vendría el Reino de Dios, pero al mismo tiempo les dijo que el Reino ya estaba presente. Esta advertencia es una clara alusión a algunas doctrinas que enseñan que el Reino de Dios ya está presente en el mundo. Muchos piensan que nosotros, los cristianos, somos los representantes de Dios en la tierra, creen que somos embajadores, otros creen que somos sus príncipes. Predican que el Reino ya está en la tierra, pero solo gobierna en los creyentes. Cuando Jesús dijo a los fariseos que el Reino ya estaba entre ellos, fue una manera de decirles que el Rey ya estaba presente entre ellos. Jesús usó lo que llamamos una litote, que es una figura retórica que afirma y niega a la vez para tratar de suavizar una afirmación que, en este caso, sugería que él era el rey de ese reino sin decirlo directamente.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra Reino significa: “Territorio o provincia con sus habitantes sujetos a un rey”. Es interesante notar que el mismo diccionario menciona que el Reino de Dios es: “Nuevo estado de cosas en que rige la salvación y la voluntad de Dios. Fue anunciado por los profetas de Israel, predicado e instaurado por Jesucristo. Su realización, incompleta y temporal en la iglesia militante, se consuma y perpetúa en la iglesia triunfante”.

Esta definición es correcta, puesto que Jesús vino para coronarse Rey del Reino de los cielos y terminará de instaurarse cuando la Iglesia triunfante culmine su carrera en la tierra. Para esto es necesario que la Iglesia sea perfeccionada, hasta que alcance la estatura del varón perfecto.

Jesucristo nació como un ser humano como cualquier otro; no nació en la casa real, tampoco en casa de alguien poderoso. Su nacimiento, aunque humilde, no pasó desapercibido. Muchas personas, inclusive fuera de las fronteras de Israel, sabían que iba a nacer. Herodes, el gobernador, se enteró de este evento porque magos o astrólogos vinieron del oriente para adorarlo, y ellos se lo hicieron saber. “diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” Mateo 2:2.

Por otro lado, Jesús no estaba diciendo que el Reino de Dios ya estaba presente en la tierra literalmente, puesto que él mismo dijo en Lucas 22:18: “Porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga”. Jesús confirmó que el Reino aún no estaba presente, sino que su gobierno celestial tomaría un tiempo en llegar.

Los magos creían que el Rey había nacido en la casa real, pero el Rey nació en un pesebre y creció en medio de la pobreza, Lucas 6:20. Estos magos llegaron a rendirle honores al Rey que había nacido, tal como en la actualidad se le rinden honores a un presidente de alguna nación. Sin embargo, Jesús murió en una cruz sin actuar como un Rey, aunque en aparente burla, los soldados romanos colocaron un rótulo sobre la cruz que indicaba que efectivamente lo era. “Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDIOS. Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda” Mateo 27:36-38.

Jesús comenzó su ministerio anunciando que el Reino de los cielos estaba cercano. “Decía: ‘Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca’” Mateo 3:2 (Nueva Versión Internacional). Dijo esto porque su Reino aún no había llegado. Es evidente que Jesús no actuó como Rey, sino como súbdito, sirviendo en lugar de ser servido; pero cuando Jesús triunfó en la cruz del Calvario, fue exaltado a grado sumo, siendo Coronado Rey de Reyes y Señor de Señores. Cuando Jesús dijo que el Reino de Dios estaba cerca, era porque faltaba un tiempo para que este se estableciera.

Podemos comparar el Reino de los cielos con la forma en la que se elige a un presidente de alguna nación del mundo; aunque el presidente haya sido elegido, no entra en funciones el mismo día de su elección, sino que tiene que pasar un período de tiempo mientras el presidente saliente pone al tanto al nuevo de la parte administrativa. De la misma manera, Jesús vino a ganar el derecho de tomar para sí, reyes y sacerdotes que gobernarían con él en el reino venidero. A diferencia de los presidentes de las naciones, él no tomará el poder a través de elecciones democráticas, sino por medio de la fuerza.

No habrá ejército humano que pueda impedirlo. “Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” Apocalipsis 19:14-16.

El libro de Isaías dice que Jesús se establecerá sobre el trono de David. “Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre” Isaías 9:7. El Reino de Dios se fundará en la tierra desde el momento que Jesús regrese como Rey de Reyes en su segunda venida, de modo que el “Reino” no es un gobierno imaginario que rige los asuntos de la humanidad a través del corazón de los hombres, sino que será algo tan real y palpable como cualquier gobierno humano.

La escritura dice que se Sentará sobre el Trono de David

La profecía de Isaías fue confirmada por el ángel que anunció a María el nacimiento del Mesías, diciéndole: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” Lucas 1:30-32.

Cuando la Biblia dice que Jesús se establecerá sobre el trono de David, está haciendo referencia a la promesa que Dios hizo al rey David en el Antiguo Testamento, de que un descendiente suyo gobernaría para siempre. Esto tiene un profundo significado para los cristianos, porque conecta a Jesús con la esperanza del Mesías prometido que restauraría y gobernaría al pueblo de Dios. Dios le prometió al rey David que su linaje perduraría para siempre y que su descendiente gobernaría eternamente. Esta promesa se conoce como el Pacto Davídico y aparece en varios pasajes del Antiguo Testamento, como en 2 Samuel 7:12-13:

“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino”.

Este descendiente prometido sería un rey que gobernaría no solo a Israel, sino al mundo entero, y cuyo reino no tendría fin. Los cristianos creemos que Jesús es el cumplimiento de esta promesa, es decir, que Él es el descendiente de David que gobernaría para siempre. En el Nuevo Testamento, Jesús es repetidamente presentado como el Hijo de David, lo que significa que es el heredero legítimo del trono de David. Por ejemplo, en Lucas 1:32-33, el ángel Gabriel le dice a María acerca de Jesús: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Aunque la promesa de un trono sugiere un gobierno físico, desde hace mucho tiempo algunos cristianos influyentes creían que Jesús gobernaba desde su reino espiritual en los cielos. En este sentido, no se trata de un trono terrenal limitado a Israel, sino de un Reino que abarca todo el mundo y toda la creación. La idea de que Dios gobierna a través del corazón de los creyentes no es nueva. Desde comienzos de la cristiandad, cuando iniciaba el declive de las verdaderas doctrinas de Cristo, surgieron voces que planteaban que el reino de Dios se establecía en el corazón de los creyentes, y desde allí Dios podría guiar a su pueblo para que caminaran en rectitud.

Uno de los primeros y más influyentes teólogos de la Iglesia, San Agustín de Hipona (354 al 430 d.C.), en su obra «La Ciudad de Dios», describió la distinción entre la Ciudad de Dios, que representa el Reino espiritual de los cristianos, y la Ciudad del Hombre, que representa el mundo terrenal. Según Agustín, el Reino de Dios no es un reino terrenal, sino la comunidad espiritual de los fieles, quienes vivirán en plenitud en la eternidad. Él argumenta en su obra «La Ciudad de Dios» que el Reino de Dios no está vinculado a ningún imperio o reino terrenal, sino que es el reinado de Cristo en los corazones de los creyentes y se realizará plenamente en la eternidad.

El reformador Martín Lutero, 1483 al 1546 d.C., también predicó sobre el Reino de Dios como un reino espiritual. Lutero enseñó que el Reino de Dios se establece en la vida de los cristianos a través de la fe en Jesucristo. Para Lutero, el reino no era terrenal ni político, sino que consistía en la relación entre Dios y los creyentes a través del evangelio y la justificación por la fe. Lutero hablaba del «Reino de la diestra de Dios», refiriéndose a su reino espiritual, en contraposición al «Reino de la izquierda», que representaba el gobierno terrenal.

La escritura dice que se Sentará sobre el Trono de David

La profecía de Isaías fue confirmada por el ángel que anunció a María el nacimiento del Mesías, diciéndole: “Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre” Lucas 1:30-32.

Cuando la Biblia dice que Jesús se establecerá sobre el trono de David, está haciendo referencia a la promesa que Dios hizo al rey David en el Antiguo Testamento, de que un descendiente suyo gobernaría para siempre. Esto tiene un profundo significado para los cristianos, porque conecta a Jesús con la esperanza del Mesías prometido que restauraría y gobernaría al pueblo de Dios. Dios le prometió al rey David que su linaje perduraría para siempre y que su descendiente gobernaría eternamente. Esta promesa se conoce como el Pacto Davídico y aparece en varios pasajes del Antiguo Testamento, como en 2 Samuel 7:12-13:

“Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino”.

Este descendiente prometido sería un rey que gobernaría no solo a Israel, sino al mundo entero, y cuyo reino no tendría fin. Los cristianos creemos que Jesús es el cumplimiento de esta promesa, es decir, que Él es el descendiente de David que gobernaría para siempre. En el Nuevo Testamento, Jesús es repetidamente presentado como el Hijo de David, lo que significa que es el heredero legítimo del trono de David. Por ejemplo, en Lucas 1:32-33, el ángel Gabriel le dice a María acerca de Jesús: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.

Aunque la promesa de un trono sugiere un gobierno físico, desde hace mucho tiempo algunos cristianos influyentes creían que Jesús gobernaba desde su reino espiritual en los cielos. En este sentido, no se trata de un trono terrenal limitado a Israel, sino de un Reino que abarca todo el mundo y toda la creación. La idea de que Dios gobierna a través del corazón de los creyentes no es nueva. Desde comienzos de la cristiandad, cuando iniciaba el declive de las verdaderas doctrinas de Cristo, surgieron voces que planteaban que el reino de Dios se establecía en el corazón de los creyentes, y desde allí Dios podría guiar a su pueblo para que caminaran en rectitud.

Uno de los primeros y más influyentes teólogos de la Iglesia, San Agustín de Hipona (354 al 430 d.C.), en su obra «La Ciudad de Dios», describió la distinción entre la Ciudad de Dios, que representa el Reino espiritual de los cristianos, y la Ciudad del Hombre, que representa el mundo terrenal. Según Agustín, el Reino de Dios no es un reino terrenal, sino la comunidad espiritual de los fieles, quienes vivirán en plenitud en la eternidad. Él argumenta en su obra «La Ciudad de Dios» que el Reino de Dios no está vinculado a ningún imperio o reino terrenal, sino que es el reinado de Cristo en los corazones de los creyentes y se realizará plenamente en la eternidad.

El reformador Martín Lutero, 1483 al 1546 d.C., también predicó sobre el Reino de Dios como un reino espiritual. Lutero enseñó que el Reino de Dios se establece en la vida de los cristianos a través de la fe en Jesucristo. Para Lutero, el reino no era terrenal ni político, sino que consistía en la relación entre Dios y los creyentes a través del evangelio y la justificación por la fe. Lutero hablaba del «Reino de la diestra de Dios», refiriéndose a su reino espiritual, en contraposición al «Reino de la izquierda», que representaba el gobierno terrenal.

Otra figura influyente fue Juan Calvino (1509 al 1564). Él enfatizó el carácter espiritual del Reino de Dios. En su obra «Institución de la religión cristiana», Calvino explicó que el Reino de Dios se manifestaba en la vida de los cristianos a través de su fe y obediencia a la Palabra de Dios, en lugar de a través de estructuras políticas o físicas. En su libro «Institución de la religión cristiana», Calvino expone que el Reino de Dios es un reino de gracia y justicia que comienza en los corazones de los fieles y se consumará en la eternidad.

El famoso predicador bautista inglés del siglo XIX, Charles Spurgeon (1834 al 1892), también habló del Reino de Dios como un reino espiritual. Él predicó que el Reino de Dios comienza con la transformación interior del creyente a través del arrepentimiento y la fe, y no con un cambio en el poder terrenal. Para él, la verdadera obra del Reino estaba en llevar a las personas a una relación con Cristo. Él planteaba que “El Reino de Dios no es un reino político. Es un reino espiritual donde Cristo reina en los corazones de los hombres”.

Otro predicador prominente fue George Eldon Ladd, teólogo del siglo XX (1911 a 1982). Ladd fue un defensor clave de la comprensión del Reino de Dios como una realidad tanto presente como futura. Fue un destacado teólogo evangélico y profesor del Seminario Teológico Fuller en Pasadena, California, conocido especialmente por su enfoque sobre el Reino de Dios. Ladd desempeñó un papel clave en la teología evangélica del siglo XX al defender una comprensión bíblica del Reino de Dios como una realidad tanto presente como futura, lo que a menudo se denomina la perspectiva del “ya pero todavía no” del Reino.

Ladd enseñó que el Reino de Dios ya está presente entre los creyentes a través de la obra de Cristo y el Espíritu Santo, pero que se completará en su totalidad cuando Cristo regrese. En su obra «The Gospel of the Kingdom», El Evangelio del Reino, enseña que el Reino de Dios es una realidad espiritual que se experimenta ahora, pero que su manifestación total se verá en el futuro con el regreso de Cristo.

Creer en un Reino Celestial en la tierra, es demasiado.

Si bien es cierto que los cristianos creen que Jesús ya reina desde los cielos, esperan que su Reino sea plenamente manifestado en la tierra cuando regrese. Por ahora, ellos creen que Cristo gobierna en los corazones de los cristianos. Pocos piensan que dicho Reino sea algo literal, sino más bien queda en términos teológicos, como una doctrina, o al menos como el convencimiento colectivo de que todos los cristianos compartimos la misma autoridad, pero de ninguna manera un gobierno literal.

Jesús aclaró que su Reino no era de este mundo; él no pertenecía al sistema político de los hombres ni compartía su forma de gobierno ni sus leyes, por lo cual no actuó en función de él. Por el contrario, actuó como un extranjero en su propia tierra, sometiéndose a las autoridades humanas, tal como dice Juan 19:11: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te hubiera sido dada de lo alto”, respondió Jesús. “Por eso, el que me entregó a ti es culpable de un pecado mayor”. Jesús le deja claro a Pilato que el poder que él tiene no es absoluto ni viene de sí mismo. Le señala que la autoridad que ejerce le ha sido dada “de lo alto”, es decir, por Dios. Este es un recordatorio de la soberanía de Dios sobre todos los asuntos terrenales, incluidas las autoridades humanas. Jesús está afirmando que, aunque Pilato tiene el poder político en ese momento, el poder absoluto lo tiene Dios.

Pablo enseña que toda autoridad humana, ya sea civil, política o de otro tipo, ha sido permitida y establecida por Dios. Esto significa que Dios ha establecido un sistema de autoridad para que los hombres se autogobiernen y haya control de todas las estructuras de poder, sin que nada ocurra fuera de su voluntad soberana. “Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que existen, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten acarrean condenación para sí mismos” Romanos 13:1-2.

Dios ha establecido este sistema de autogobierno a las naciones con el fin de que haya una convivencia pacífica y civilizada. No significa que Dios decide quién ganará las elecciones en determinado país; somos los seres humanos quienes tomamos esa decisión. Cuando asistimos a las urnas, decidimos quién nos gobernará para bien o para mal. La decisión de quién será nuestra máxima autoridad civil es nuestra responsabilidad, de la misma manera que el pueblo de Israel decidió que querían un rey en lugar de ser guiados por Dios. 1 Samuel 8:4-5.

Sería correcto decir que las autoridades humanas en general han sido delegadas o permitidas por Dios, de modo que él delega a los seres humanos la responsabilidad de gobernarse a sí mismos, estableciendo estructuras de gobierno para mantener el orden, la justicia y el bienestar social. Desde este enfoque, podemos decir que los seres humanos, siendo creados a imagen de Dios, tienen la capacidad y responsabilidad de ejercer autoridad y dominio sobre la creación, incluidos los sistemas de gobierno. Sin embargo, este autogobierno se da bajo la soberanía de Dios, reconociendo que todo poder humano es derivado y temporal. Los líderes no tienen poder absoluto ni independiente de Dios.

En el diseño de Dios, el propósito del gobierno humano es ayudar a los hombres a vivir en sociedad de manera justa, estableciendo orden y protegiendo a los más vulnerables. Un gobierno humano, cuando es justo, puede permitir a las personas autogobernarse en el sentido de que las leyes y estructuras permiten una vida ordenada y pacífica. En este sentido, se podría decir que las autoridades establecen el marco para que los individuos y comunidades vivan en paz, sigan leyes y se autogobiernen bajo principios justos. De modo que los gobiernos humanos son un reflejo de la necesidad de orden y justicia en una sociedad caída. Si los seres humanos vivieran completamente bajo la ley de Dios, el concepto de autoridad civil como lo conocemos podría ser muy distinto.

Cuando llevaron a Jesús ante Poncio Pilato, los líderes religiosos lo acusaron principalmente de tres cosas. Aunque las razones que llevaron a su arresto eran de índole religiosa, los líderes judíos adaptaron sus acusaciones para que parecieran más relevantes desde el punto de vista político ante Pilato. Estas acusaciones fueron:

  1. Incitación a la rebelión. Lo acusaron de subvertir al pueblo y de causar disturbios entre los judíos. En Lucas 23:2 dice: “Hemos encontrado que este hombre está pervirtiendo a nuestra nación”. Esta acusación implica que Jesús era una amenaza para la estabilidad del Imperio Romano, ya que incitar al pueblo a la rebelión sería visto como un delito grave por los romanos.
  2. Prohibir pagar tributo al César. En el mismo pasaje de Lucas 23:2, los líderes dicen que Jesús prohibía pagar impuestos al César. Esta acusación es falsa, ya que Jesús había dicho explícitamente en Mateo 22:21: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Sin embargo, esta fue una acusación estratégica porque los romanos consideraban extremadamente importante la recaudación de impuestos, y oponerse a ello era visto como una ofensa seria.
  3. Declararse rey. La acusación más seria fue que Jesús se proclamaba rey, lo que implicaba una posible traición o desafío a la autoridad del emperador romano. Los líderes judíos dijeron en Lucas 23:2: “dice ser el Mesías, un rey”. Esta acusación estaba destinada a que Pilato lo viera como un rebelde que se presentaba como un rival del César, lo cual sería considerado como un crimen de traición, ya que en el Imperio Romano solo el emperador podía ser considerado rey.

En ese contexto, Jesús es presentado delante de Poncio Pilato para ser acusado de todos estos delitos, siendo inocente de lo que lo acusaban. En Juan 18:36 encontramos: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.

Cuando Jesús dijo que su Reino no es de este mundo, está afirmando que su reino no es un reino terrenal, como los que conocemos en la actualidad. Su reino no se basa en el poder político, en el balance de poderes o el uso de las armas para someter a otras naciones. Su autoridad es total, es sobrenatural, es una Teocracia en el sentido estricto de la palabra; la diferencia es radical respecto a los gobiernos de la tierra.

Jesús señala que si su reino fuera de este mundo, sus seguidores hubieran luchado para prevenir su arresto, es decir, sus ángeles hubieran evitado que su rey fuera maltratado por seres inferiores. Esto implica que su autoridad en el plano humano estaba limitada a la misión que le había sido asignada por el Padre. No vino a imponerse o defenderse; en lugar de buscar el poder por medio de la violencia, su propósito estaba basado en la verdad, la justicia y el amor. “Fue oprimido y afligido, pero no abrió la boca; como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió la boca” Isaías 53:7.

¿Qué importancia tiene que Dios establezca su Reino alrededor de la figura de David?

Definitivamente, tiene gran trascendencia, puesto que el trono de David fue fundado en justicia, rectitud y bondad; virtudes que caracterizaron a David. Si examinamos las virtudes de David, nos daremos cuenta de que representan en buena medida el modelo de Jesús. La diferencia radica en que Jesús no ejerció como Rey, y David lo hizo por cuarenta años. El Señor buscó a un rey conforme a su corazón, un hombre que pensara y actuara en base al anhelo de su corazón. Un corazón misericordioso, bondadoso y justo. “Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” 1 Samuel 13:14.

En el diseño de Dios, el propósito del gobierno humano es ayudar a los hombres a vivir en sociedad de manera justa, estableciendo orden y protegiendo a los más vulnerables. Un gobierno humano, cuando es justo, puede permitir a las personas autogobernarse en el sentido de que las leyes y estructuras permiten una vida ordenada y pacífica. En este sentido, se podría decir que las autoridades establecen el marco para que los individuos y comunidades vivan en paz, sigan leyes y se autogobiernen bajo principios justos. De modo que los gobiernos humanos son un reflejo de la necesidad de orden y justicia en una sociedad caída. Si los seres humanos vivieran completamente bajo la ley de Dios, el concepto de autoridad civil como lo conocemos podría ser muy distinto.

Cuando llevaron a Jesús ante Poncio Pilato, los líderes religiosos lo acusaron principalmente de tres cosas. Aunque las razones que llevaron a su arresto eran de índole religiosa, los líderes judíos adaptaron sus acusaciones para que parecieran más relevantes desde el punto de vista político ante Pilato. Estas acusaciones fueron:

  1. Incitación a la rebelión. Lo acusaron de subvertir al pueblo y de causar disturbios entre los judíos. En Lucas 23:2 dice: “Hemos encontrado que este hombre está pervirtiendo a nuestra nación”. Esta acusación implica que Jesús era una amenaza para la estabilidad del Imperio Romano, ya que incitar al pueblo a la rebelión sería visto como un delito grave por los romanos.
  2. Prohibir pagar tributo al César. En el mismo pasaje de Lucas 23:2, los líderes dicen que Jesús prohibía pagar impuestos al César. Esta acusación es falsa, ya que Jesús había dicho explícitamente en Mateo 22:21: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Sin embargo, esta fue una acusación estratégica porque los romanos consideraban extremadamente importante la recaudación de impuestos, y oponerse a ello era visto como una ofensa seria.
  3. Declararse rey. La acusación más seria fue que Jesús se proclamaba rey, lo que implicaba una posible traición o desafío a la autoridad del emperador romano. Los líderes judíos dijeron en Lucas 23:2: “dice ser el Mesías, un rey”. Esta acusación estaba destinada a que Pilato lo viera como un rebelde que se presentaba como un rival del César, lo cual sería considerado como un crimen de traición, ya que en el Imperio Romano solo el emperador podía ser considerado rey.

En ese contexto, Jesús es presentado delante de Poncio Pilato para ser acusado de todos estos delitos, siendo inocente de lo que lo acusaban. En Juan 18:36 encontramos: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.

Cuando Jesús dijo que su Reino no es de este mundo, está afirmando que su reino no es un reino terrenal, como los que conocemos en la actualidad. Su reino no se basa en el poder político, en el balance de poderes o el uso de las armas para someter a otras naciones. Su autoridad es total, es sobrenatural, es una Teocracia en el sentido estricto de la palabra; la diferencia es radical respecto a los gobiernos de la tierra.

Jesús señala que si su reino fuera de este mundo, sus seguidores hubieran luchado para prevenir su arresto, es decir, sus ángeles hubieran evitado que su rey fuera maltratado por seres inferiores. Esto implica que su autoridad en el plano humano estaba limitada a la misión que le había sido asignada por el Padre. No vino a imponerse o defenderse; en lugar de buscar el poder por medio de la violencia, su propósito estaba basado en la verdad, la justicia y el amor. “Fue oprimido y afligido, pero no abrió la boca; como cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió la boca” Isaías 53:7.

¿Qué importancia tiene que Dios establezca su Reino alrededor de la figura de David?

Definitivamente, tiene gran trascendencia, puesto que el trono de David fue fundado en justicia, rectitud y bondad; virtudes que caracterizaron a David. Si examinamos las virtudes de David, nos daremos cuenta de que representan en buena medida el modelo de Jesús. La diferencia radica en que Jesús no ejerció como Rey, y David lo hizo por cuarenta años. El Señor buscó a un rey conforme a su corazón, un hombre que pensara y actuara en base al anhelo de su corazón. Un corazón misericordioso, bondadoso y justo. “Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” 1 Samuel 13:14.

David era un hombre valiente que confiaba plenamente en Dios y no en sus propias fuerzas. “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” 1 Samuel 17:45. Aunque David poseía una fuerza sobrenatural, derrotó a un gigante que era más fuerte y con mucha más experiencia en asuntos de guerra que él. Este gigante habría amedrentado a los hombres más valientes de Israel; contrario a la opinión popular, David era capaz de matar a un oso o un león con sus propias manos, lo que supone una fuerza superior a la de cualquier hombre común.

“Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba” 1 Samuel 17:33-35.

¿Quién dijo que David era un jovencito bien parecido y debilucho? Contrario a la opinión popular, David era un hombre muy fuerte, posiblemente con fuerza sobrenatural, pero que no confiaba en sus propias fuerzas, sino que depositaba toda su confianza en Jehová, su protector y su salvador. “Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” 1 Samuel 17:46.

David era un hombre que caminaba en integridad. “Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear. Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad” Salmo 26:1-3. ¿Sería usted capaz de dirigir a Dios una oración como esta?

David fue un hombre de labios puros que no mentía ni engañaba a nadie. Salvo el asunto sobre Urías el hitita, David fue un hombre recto delante de los ojos de Dios. “Oye, oh Jehová, una causa justa; está atento a mi clamor. Escucha mi oración hecha de labios sin engaño. De tu presencia proceda mi vindicación; Vean tus ojos la rectitud. Tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; Me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; He resuelto que mi boca no haga transgresión” Salmo 17:1-3. ¿Acaso existen cristianos como David hoy en día? ¿O existe algún político o gobernante con esas características?

Las virtudes que caracterizaron el gobierno de David serán instauradas en el Reino de Dios en la tierra. Jesús gobernará con justicia y equidad a todos los hombres por siempre, pero de igual forma castigará a los impíos y a los pecadores. “Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” Isaías 11:3-5.

Estructura del Reino de Dios

El Reino de Dios tiene características similares a las de un reino o gobierno humano, en el sentido de poseer una organización que sirve para administrar a la nación, en la cual el Rey es la autoridad máxima. Después del Rey o presidente de la República, se eligen gobernadores de provincias o de estados. Existen también alcaldes en los pueblos, y se contratan servidores del gobierno para atender los asuntos de la administración del estado; y por último, el pueblo en general.

Ahora bien, en el Reino de Dios, existen lugares de privilegio que Dios entregará a los vencedores. Si deseas conocer un poco más sobre el tema de los vencedores, te invito a que veas nuestro estudio titulado: ¿Seremos todos Reyes y Sacerdotes?

Jesús dijo a sus discípulos que ellos gobernarán sobre cada una de las doce tribus de Israel. “Y Jesús les dijo: De cierto os digo que, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” Mateo 19:28.

La promesa de gobernar sobre las naciones no solo fue para los discípulos, sino que para todos los vencedores que guarden sus mandamientos. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre” Apocalipsis 2:26-27. No podemos asegurar quiénes conformarán el Reino de Dios, porque esa elección le corresponde únicamente a Dios. Algunos discípulos, como Juan y Jacobo, querían sentarse junto a Jesús cuando se estableciera su reino; sin embargo, él les dijo que esa decisión le correspondía al Padre.

“Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado” Marcos 10:35-39.

Hoy en día existe muy poca expectativa en cuanto al establecimiento del Reino de Dios en la tierra. Es más, la gran mayoría de los cristianos piensa que su carrera culminará cuando mueran o cuando llegue el “Rapto”. Sin embargo, para los discípulos era diferente; su esperanza y su fe estaban fundadas en la promesa que Jesús hizo y que cumpliría en su retorno.

Ellos pensaban que Jesús volvería en su tiempo; por esa razón, animaban a los demás a no desmayar y seguir adelante. “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca” Santiago 5:7-8.

Cada uno de ellos deseaba estar junto a Jesús en su retorno; entendían que participar del Reino de Dios era mucho más valioso que cualquier posesión terrenal, por esa razón estaban dispuestos a renunciar a todo por seguir a Jesús.

Pedro, siendo el más intrépido de los discípulos, le preguntó a Jesús qué obtendrían después de haber dejado sus propiedades para seguirlo. “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué pues, tendremos?” Mateo 19:27. ¿De qué sirve dejar todo si no recibes nada a cambio?

Ellos renunciaron a todo, literalmente, no es algo figurativo. Ellos entendieron perfectamente los mandamientos de Cristo. No malinterpretaron la escritura; ellos recibieron las instrucciones de Jesús directamente de su boca. Recuerde, ellos pasaron 3 años y medio con Jesús todos los días. ¿Cree usted que no entendieron lo que les enseñó?

Todas las buenas obras que hicieron los discípulos tendrán recompensa en el Reino de Dios, lo mismo para nosotros. El evangelio del Reino no ha cambiado; todos los mandamientos, demandas y recompensas siguen vigentes. De modo que cualquier obra que hagamos a los siervos de Dios tiene galardón.

“El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” Mateo 10:40-42.

¿Cuándo será establecido el Reino?

La escritura dice: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” Mateo 6:10. Esta parte de la oración donde Jesús enseña a sus apóstoles cómo orar al Padre, nos dice que pidamos que se haga su voluntad en la tierra de la misma forma que se hace en el cielo. Esto implica que nosotros en la tierra debemos someternos a la autoridad directa de Dios, cosa que evidentemente no está sucediendo. Lamentablemente, vemos que es todo lo contrario; los hombres hacen lo que les parece correcto, y generalmente es un desastre.

¿Por qué decimos esto? Porque no es la voluntad de Dios que se aprueben leyes que permitan el casamiento entre homosexuales. Tampoco es la voluntad de Dios que países ricos boten toneladas de alimentos al mar para mantener los precios en el mercado, mientras millones de personas no tienen que comer. Tampoco es la voluntad de Dios que países poderosos invadan a otros para apropiarse de sus recursos naturales. Mucho menos es la voluntad de Dios que aumente la depravación sexual y la pornografía infantil. Todas estas cosas van en contra de la voluntad de Dios. ¿O acaso cree que esas cosas se permiten en el cielo?

¿Entonces cuándo se hará la voluntad de Dios en la tierra? ¿Es acaso cuando todos los hombres se hayan convertido al cristianismo? ¿O cuando todos los políticos sean cristianos? En ninguna manera. La voluntad de Dios se hará hasta que Jesucristo venga de nuevo y establezca su Reino sobre la tierra. Esa oración es para pedirle a Dios que venga a gobernarnos directamente, así como lo hizo en un tiempo. Es para pedirle a Dios que regrese a eliminar por completo a todos los impíos, porque únicamente los justos heredarán la tierra.

La voluntad de Dios se hace en los cielos, donde se encuentra su Reino hoy en día. En su reino, sus ángeles cumplen a cabalidad sus mandamientos; igualmente se hará sobre todas las naciones de la tierra cuando Jesucristo regrese a establecer su gobierno celestial.

¿Cuándo sucederá? Será hasta que el Padre haya puesto a los enemigos de Cristo por estrado de sus pies. Hechos 2:34. ¿Quiénes son esos enemigos? ¿Dónde se encuentran? El profeta Isaías nos da un panorama de quiénes son y dónde se encuentran.

“¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. Tu plata se ha convertido en escorias, tu vino está mezclado con agua. Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza. Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel. Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia. Pero los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová serán consumidos” Isaías 1:21-28.

Los enemigos de Dios son aquellos que, aun siendo miembros de alguna denominación, no ayudan al necesitado, no dan agua al sediento, no ayudan a las viudas y los huérfanos. Son aquellos que se apartan de la verdad y van en pos de mentiras y “modas” doctrinales que arrastran a los creyentes a la perdición. Pablo nos advierte que muchos cristianos se vuelven enemigos de la cruz de Cristo cuando rechazan el privilegio de padecer por Jesús, cuando toman de menos los mandamientos del Señor y cuando permiten que otros los engañen. “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal” Filipenses 3:17-19.

Dios Padre humillará a todos los soberbios y los pondrá frente a Jesús para que, con toda autoridad, tanto hombres como ángeles sean juzgados ante su presencia. No sabemos cuándo vendrá Jesús, por lo tanto, no podemos saber en qué fecha se establecerá el Reino de Dios en la tierra. Lo que sí sabemos es que, desde el momento que Jesús regrese a la tierra, todas las naciones del mundo estarán bajo su dominio.

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” Apocalipsis 1:4-6.

Anunciando el Reino de Dios

Cuando el Señor Jesucristo estuvo con los discípulos, les enseñó a pedir al Padre que su Reino se estableciera en la tierra. Mateo 6:10. Y los envió a anunciar que el reino de Dios se había acercado. “Y yendo, predicad diciendo: El reino de los cielos se ha acercado” Mateo 10:7. Este era el mensaje central de la predicación de Jesús. De modo que es necesario que el evangelio del reino sea predicado de nuevo para testimonio a las naciones, antes que venga el fin y los destruya.

Jesús fue enviado precisamente a anunciar el reino de los cielos; ese era el centro de su predicación, no era ganar almas para llenar congregaciones y aumentar la recaudación de dinero. Los apóstoles querían hacer discípulos para que entendieran estas cosas y pusieran en práctica los mandamientos del Señor. Lucas 14:43 dice: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” Hechos 8:12.

Los creyentes del primer siglo estaban convencidos y persuadidos de que el Reino de Dios vendría a la tierra. Todos murieron con esa esperanza, por eso anunciaban con toda seguridad que el Reino de Dios se establecería en la tierra. Ellos estaban convencidos y persuadidos de que el reino era algo real y tangible; nunca consideraron el Reino algo etéreo o un sentimiento. “Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios” Hechos 19:8.

Cristianos como Pablo predicaron toda su vida acerca del Reino de Dios; su objetivo era que la gente común tuviera la oportunidad de participar de ese reino en la tierra. “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento” Hechos 28:30-31.

Bien dijo el Señor Jesucristo que para entrar al reino de los cielos era necesario ser como niños. Ellos no dudan, solo creen cuando su padre les dice algo; si su papá le dice que el ratoncito de los dientes le dejará un dólar debajo de su almohada, ellos lo creen, no dudan. “Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” Mateo 18:3-4.

Nosotros debemos proclamar el reino de los cielos y el nombre de Jesucristo a toda criatura, de la misma manera que sus discípulos lo hicieron. Debemos seguir el ejemplo de los apóstoles, no de ciertas denominaciones. Yo sé que si has pertenecido a una congregación por muchos años, será difícil explicar que el reino de Dios es algo literal. Habrá muchas voces detractoras que te dirán que el reino de los cielos no es literal, sino espiritual. Debes comprender que ellos, como tú, fueron enseñados de esa forma.

Ahora bien, Jesucristo dijo a sus apóstoles que fueran por todo el mundo haciendo discípulos, y que los bautizaran en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Él les dijo que enseñaran a otros a obedecer las cosas que él les había enseñado.

La pregunta es: ¿le estamos enseñando a la gente a esperar el nuevo gobierno de Dios en la tierra? ¿Le decimos al nuevo creyente que Cristo viene físicamente de nuevo, a juzgar a vivos y a muertos, inclusive al cristiano evangélico? ¿Le enseñamos a no poner la mirada en las cosas materiales, porque todas las obras en la tierra serán quemadas? ¿Le enseñamos al nuevo creyente que debemos cumplir con los mandamientos de Cristo para alcanzar la salvación?

Si no estamos haciendo esto, es tiempo que comencemos a hacerlo, porque Jesús viene pronto, y es necesario que retomemos las doctrinas de Cristo, en lugar de aquellas que defiende cada denominación. Es triste ver que las verdaderas enseñanzas de Cristo se han perdido con el tiempo y han sido suplantadas por una mezcla de humanismo y cristianismo, e incluso algunas con verdaderas herejías.

Debemos recalcar que el Reino de Dios es un gobierno real y tangible, que actuará en forma directa en los asuntos de los hombres desde el instante que sea establecido. No se trata de una fantasía ni de un cuento de personas ignorantes. Se trata de anunciar al mundo que Cristo viene pronto, y que él hará su voluntad en la tierra cuando venga su reino. De modo que es imprescindible que aprendamos a conocer su voluntad y actuar en función de ella.

Loading

0 0 votos
Calificación
Suscribete
Notificar a
guest

3 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Panama
Panama
7 años atrás

Saludos, es fuerte el mensaje de que la verdadera iglesia de Cristo de padecer persecucion y pruebas, hoy en dia aqui en Panama solo se predica de la bendicion y abundancia, mantienen a las ovejas engañadas con cine,presentaciones musicales entre otras, celebran festivales de abundancia, y el corazon de estos… Leer más »

Panama507
Panama507
Contestar a  Panama
2 años atrás

Has visitado a los Testigos? No te decepcionarás

¿Ministros del evangelio reprobados?

La biblia dice que los juicios de Dios comenzarán por su casa, aún cuando…

Un solo Dios pero, ¿Tenemos una sola palabra?

Todas las demominaciones cristianas adoran al mismo Dios, sin embargo; la mayoria enseña diferentes…

¿Se construirá un tercer templo en Jerusalén?

Muchos cristianos y judíos creen que Dios permitirá que se construya un nuevo templo…

Sólo los justos heredarán la tierra

Dios ha prometido a su pueblo que heredará todas las cosas, pero menciona especificamente…

El anticristo y el falso profeta

La principal arma de Satanás es el engaño y la mentira. Su poder radica…

Los mandamientos de Jesús son la nueva ley

Muchos cristianos creen que no tenemos ninguna ley a la cual someternos, pero la…

Suscríbete

Recibe notificaciones sobre nuevos estudios y publicaciones.